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*¡¡¡BIENVENIDOS!!!*

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Hola a todos, sean bienvenidos a este nuevo blog que he decidido crear, con la esperanza de que mis escritos sean divulgados y conocidos mundialmente.


Tarah Zen G.

domingo, 2 de agosto de 2015

Cementerio de muñecas.

Hola, este es un cuento que escribi en una fria noche en el cual no pude consiliar el sueño, al parecer pequeños espectros rondaban en mi habitacion y fueron mis musas para crear este lugar lleno de miedos y misterios. Disfruten, Cementerio de muñecas.

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
 CAPITULO UNICO.
DE LA MADRUGADA FRIA Y SINIESTRA, DE LAS MUÑECAS MUERTAS Y DEL CEMENTERIO AL QUE VIAJARON LOS NIÑOS.

Frías caras sin expresiones que solo indican que no tienen vida; ojos fueras de las cuencas y torcidos como si trataran de ver mas allá de lo que tu puedes ver; labios semiabiertos que no pueden mencionar palabras reprimidas de almas malditas. Cabello desordenado. Vestidos manchados por los cuales comienza a subir el moho. Caritas blancas, pálidas y frías de colores grises oscurecidos, ennegrecidos y enmohecidos. Pies descalzos y sucios.
Muerte… pero no pasa al otro lado.
Esta mañana amanece blanco y frío… frío, frío, frío. Mucho frío. Al respirar el aire, este penetra en tus pulmones y parece congelar el aliento, llenándote de dolor el pecho y cubriendo tu cara con vaho helado. Mucho frío. Los vellos de tu nuca se erizan hasta el punto de llegar a doler. Frío y más frío. Las mejillas y la piel expuesta se tiñen de rosa. Frío… se podría congelar una lengüeta de fuego…
Fantasmales y evanescentes nieblas cubren con sus brumas cada rincón del bosque, sumergiéndolo en un mundo de tinieblas del que se es imposible salir. Las cortinas de seda son apartadas por suaves rayos de luz ambarina de una mañana blanca que se empezaba a convertir en dorada.
– ¿a donde vamos? – pregunto el niño con un bostezo, su boca de labios rosados hizo una perfecta o… tiene piernas regordetas de rodillas sonrosadas y en carne viva, se callo y se levanto, pero no sangro, poco falta para que el color rosa de su piel se amoratara; sus mejillas se encuentran tocadas de rojo y rubor por culpa del frío al igual que su nariz pequeña y respingona; rizos rubios de oro y rayos de sol se escapan por los laterales de su gorro de pescador. – Tengo mucho sueño, mi mamá va a preocuparse si no me encuentra en cama… ¿a donde vamos?
Ella no respondió. La niña camina delante del pequeño. Es mayor, dos o tres años de diferencia. Es mas alta, casi una cabeza. Su piel es pálida, blanca, lechosa. Parece que esta tocada por rayos de plata de la solitaria y mística luna, esa a cual los coyotes le aúllan para aliviar sus penas. Pálida, gris, sin rubor. Parece que el frío no la toca. Su pelo, es largo y rizado, peinado en crinejas de color azabache que simplemente parece afinar su rostro, acorazonado con rasgos aun de un bebé. No tiene más de diez años. Lleva en sus manos una caja de plata. Esta vestida de negro, para un funeral como al que iba este día.
– Estar aquí me da mucho miedo – continua el niño – mamá dice que no hay que venir al bosque de las muñecas… ¿a donde vamos? – volvió a preguntar.
Y por primera vez desde que salieron de aquella gran casona, la niña pronuncia sus primeras palabras:
– ¡cállate! No hay que perturbar a las muñecas. A ellas le gusta el silencio – su voz es más calmada y seria de lo que seria para un niño normal, pues ella no es nada normal. Con voz pasiva y baja, que no pasaba de un susurro, hablo: – mi muñeca ha fallecido…
– ¿como puede fallecer tu muñeca? – le pregunto con curiosidad, interrumpiéndola.
– Está muerta – respondió sin dejar de caminar ni mirar atrás. Su voz seguía pasiva, neutra – le hablo y no responde. Le pido que juegue conmigo y no se mueve. Murió…
– ¿estas tratando de asustarme, cierto? – la niña no responde. La voz del niño está casi al borde del llanto. Lleva en sus manos una pala pequeña pero de metal. Al cabo de un rato su voz infantil y aguda, con el mismo tono de calma se escucha decir:
– Mamá dice que todas las muñecas muertas hay que enterrarlas en este lugar… y así obtendrán descanso.
– Si vamos a enterrar a tu muñeca ¿Donde está? – fue en ese entonces que se dio cuenta de que ella solo lleva en sus manos una caja plateada con tallados de mariposas, la muñeca no estaba en ningún lugar.
– ¡Los muertos solo duermen en ataúdes! – se volteo, de repente furibunda, la ira surge de sus ojos que parecen ser rojos en esa tonalidad de la mañana. El niño hiperventila. Suelta la pala que cae sumergiéndose en un mar de hojas y ramillas secas. Fue en ese entonces, que se da cuenta de que la caja que lleva en sus manos, no es una caja normal, es un ataúd.
La niña vuelve a caminar calmada, como si nada hubiera pasado, y es que nada pasó.
El pequeño oscila en tomar la pala y continuar su camino siguiendo a la niña de blanco y negro, quien parece un espectro en ese irreal bosque. Él lleva sus ojos azules hacia sus botas, las cuales parecen hundirse en la tierra por culpa de la saturación de hojas y suciedad. Una serpiente, una víbora, una alimaña… puede ser todo eso en un solo ser, serpenteo arrastrándose entre sus pies, sonando el cascabel que entonaba la canción de muerte de muchos otros seres, las ultimas sonatas y melodías que escuchan antes de morir, antes de la muerte inminente. ¿Por que las serpientes se arrastran? ¿Quien las condeno a vivir sobre su vientre y a comer tierra?
Toma la pala y huye, detrás de la niña, esperando poder alcanzarla.
Ninguno de los dos habla. Hasta que su voz vuelve a irrumpir en la paz del bosque adormilado:
– ¿Como sabremos cuando hemos llegado? – pregunto curioso, otra vez su ritmo se había vuelto el mismo.
– Escucharas sus lamentos… oirás sus quejas y sabrás que ellas están fuera del cementerio. Veras a las que quieren entrar y que no pueden porque son muñecas olvidadas.
– Pero yo no quiero ver nada – dijo con miedo, él siempre había sido un miedoso. La niña no hablo. Escucho a su alrededor, curioso e intrigado por saber si quizás podría escuchar algo, pero los sonidos que penetran en sus oídos son sonidos comunes del bosque aterrador. Cigarras, grillos, uno que otro búho que se ha confundido en la noche, pájaros, ranas y… y pasos. Pasos cercanos, pasos que se aproximan, pasos pesados que rompen ramas y crujen… Crujen. Crujen. Crujen. Tardo un minuto en ver que sus pasos eran los que crujían y siguen crujiendo al romper una alfombra natural y desordenar un mosaico. Vuelve a hablar – ¿cual de tus muñecas se ha muerto?
Cuando ella responde, es solo una palabra, simple y sencilla, tanto que parece que no mueve los labios y su lengua no hace ni la menor fuerza para soltarla:
– Li…
– Lo siento – responde él un minuto después – querías mucho a Li. Era tu muñeca favorita.
– Porque la amo… es por eso que la llevo al cementerio. Tengo diez años. Muy pronto seré una adolescente… – responde ella, sin verlo, pero su silencio aparente, algo poco común en alguien que no tolera cerrar la boca un minuto, le llama la atención de sobre manera, por lo que lo mira de reojo, para afirmar lo que ya tenia en su mente: él no la ha entendido – Si crezco y la olvido ella no podrá ingresar, se quedara vagando por el mundo y me odiara. Sera solo un cuerpo vació esperando ser llenado por un alma maldita…
– Ah… – susurra.
Ya no hablan. El ambiente se vuelve mas frío, algo que parecía imposible. Su nariz y sus dedos estaban a punto de congelación, pensaba que quizás moriría de hipotermia. Entonces la mira, pálida y bonita, diferente a él sin tener las mejillas, nariz y dedos sonrosados.
– Estamos llegando… – anuncio su voz melada, por única vez es ella la que rompe el silencio…
– ¿Como lo sabes? – pregunto.
– Puedo oírlas… las veo.
El niño mira a su alrededor. No hay nada. No se escucha nada. Solo ramas de árbol semidesnudas por culpa de un frío invierno que se aproxima cada vez más y sonidos… de los sonidos solo siguen siendo los mismos, los naturales del bosque, y los de una sola respiración acompañado solo por sus latidos.
– Yo no veo nada – comento con lentitud.
– No trates de ver con tus ojos, ni de oír con tus oídos – mira su espalda mientras avanza, sin camino por un camino creado por su mente misma. No podía entender nada de lo que dice, solo tiene ocho años de edad y ya cree que nunca entendería a las niñas – eso no te servirá.
Son raras.
– ¿entonces con que escucho y con que veo?
Ella se encogió de hombros.
– Has como yo… ve sin ver, escucha sin oír… – siguió su consejo, cerro sus ojos y no se concentro en oír.
Entonces ellas aparecieron, adueñándose de todo lo que se extiende ante su vista. Cadavéricas muñecas sin sonrisas, porque no tienen bocas; muñecas que te miran sin ojos, cuencas vacías y sumergidas en la negrura de una eterna oscuridad; piel plástica gris y que a pesar de no tener vida parecen en descomposición, con la negrura del moho que pinta sus mejillas antes ruborizadas; bocas cerradas, labios pegados e inexistencia de lengua para pronunciar palabras convirtiéndolas solo en gemidos aterradores. Ropa rota sin color y llena de suciedad, llena de olvido. Están por todos lados, colgando de las ramas esqueléticas de los arboles como manos que emergen del mismísimo inframundo. Esas ramas atravesaban su estomago, su pecho, salen por sus ojos, por su boca de aquellas que tienen; sangre intangible se extiende y brota de las heridas. Los ojos torcidos de aquellas a las que aun no se le han caído, te buscan con la mirada, siguiendo tus pasos. Otras con bocas rotas, que consecuentemente fueron cosidas con hilo negro que simula torcidas sonrisas y grandes muecas desdibujadas en rostros infantiles y sufridos, sonrisas monstruosas que se extienden de oreja a oreja. Manos empuñadas que buscan aferrarse a la vida, una vida que nos les pertenece y que nunca será suya. Ángeles caídos y rechazados por un mundo que ya no las necesita.
De alguna u otra manera, se las arreglaron para mencionar con voz rota y ronca el nombre de aquellos que han allanado su santuario… el niño abrió los ojos, que parecen tan rojos como su rostro. Comenzó a hiperventilar aún más de lo que lo había hecho antes. Tapo sus oídos para no escuchar los gemidos de aquellas condenadas.
– Yo no quiero ver nada – chillo – dan mucho miedo.
– ¡Cállate! las perturbas – susurro con voz apacible.
– ¿Por que dicen mi nombre?
– No dicen tu nombre, no pueden decir nada, no tienen lenguas.
Entonces escucho una vez mas, los gemidos aumentan pero no hay palabras, solo lamentos atrapados en gargantas cerradas. Lo que escucha que dice su nombre, no son las muñecas, es el viento que roza las ramas desnudas de los arboles…
– Se escucha como la iglesia en domingo…
Miro otra vez mas, con ojos abiertos. Cada uno de los arboles atrapan muñecas desfiguradas y envejecidas entre sus ramas, sus figuras y apariencias descuidadas anuncian a gritos el abandono en que están.
– Puedo verlas – dijo con un susurro inaudible…
– Has ingresado en su mundo… no es fácil salir – la paz de la voz de la niña parecía casi irreal…
Cerró los ojos, pero al abrirlos ellas seguían ahí, por lo que decide mirar la espalda de la niña que avanzaba frente a él, pero desgraciadamente ella también parece demasiado irreal en las brumas fantasmales del ambiente.
La figura de ella se hace cada vez más pequeña frente a sus ojos, pues se ha detenido sin darse cuenta, y ahora parece encontrarse solo entre un mar de hojas y ramillas secas, acompañadas por nieblas que le sumergen las piernas hasta la mitad…
– ¡Espérame! – grito fuertemente y empezó a correr. Ella parece no escucharle – ¡Espérame!
Miles de pasos pequeños y ligeros como plumas se escuchan aproximándose, las ramas se desquebrajaban debajo de pies pequeñitos… no quiere mirar atrás, por los acelerados latidos de su corazón y por ese escalofrió que sube por su vertebra congelado todo a su paso y haciendo que temblara de un miedo abrazador, pero recorre su mirada por el suelo y no puede evitar ver las piernas pequeñas que lo siguen.
– ¡Espérame! – volvió a gritar, pero no lo escucho. Cayo al suelo, y entonces los demonios que se apoderan de los cuerpos vacíos de las muñecas llegan a su lado, arañándolo y halándolo, hacen que se hunda en ese mar, que cada vez parece mas hondo se lo traga… arrancan su piel y se siente en carne viva, rojo crudo de carne despellejada. – ¡Ayúdame! – grito, miro al frente en un intento por localizar a la niña, pero ella no esta cerca. La sangre corre por su cara y hace una extraña mezcla de hojas y barro al caer al suelo. El dolor es tanto que casi ya no lo siente, pero este se extiende por su cuerpo y pica, arde con cada perforar de dientes pequeños pero acolmillados. Se dio cuenta de que las muñecas se lo están comiendo vivo. Pero ya no son muñecas, son demonios que nacen en el infierno. Miro la cara de una, su sonrisa de hilo negro esta despegada y deja ver una baba sangrienta entre sus dientes de colmillos, sus ojos brillaban rojos y lo veían, llevo su mirada de zafiro a sus manitas pequeñas, que estaban pintadas de barro rojizo de su sangre derramada, pensó que era lo ultimo que iba a ver, cuando sus ojos se cierran…
– ¡Levántate! – Grito la niña a su lado – No tenemos todo el día.
Sus ojos azulados volvieron a la vida para mirar los oscuros orbes de ella. Toco su cara que no esta desfigurada, sigue teniendo piel tersa y lisa, sus manos estaban al rojo vivo cubiertas por espinas, su cuerpo tragado por hojas esta completo. No hay muñecas en los arboles, no hay demonios caníbales que lo devoran.
Todo fue producto de su imaginación.
Pero la niña de negro sigue ahí, la pesadilla no ha terminado.
Ella puso la caja en el suelo y con poco cuidado le retiro las espinas de sus manitas regordetas. Él la miro con recelo, la niña oscura y pálida que apenas conocía.
– ¿Por que me ayudas? – pregunto.
– Eres mi hermano menor… tengo que hacerlo.
– No eres mi hermana – mascullo, pero ella lo miro con ceño fruncido – Mi madre no es tu madre. ¿Como puedes ser mi hermana?
– Mi papá es tu papá. Eso nos hace hermanos – ella se puso de pie, abrazando a su pecho esa pequeña caja. El niño, sin embargo, se quedo sentado en la almohada natural de desechos del bosque – ¿vienes o que?
Se levanto y la siguió en silencio.
Minutos después, ella se detuvo y hablo:
– Llegamos.
El niño miro a su alrededor, es solo una parte del bosque igual a las demás y a pesar de todo de alguna extraña manera esta parte se veía mas oscura.
– Yo no veo nada – dijo otra vez, pero esta vez no estaba seguro de querer ver de nuevo.
– Es aquí – su vista se perdía en la lejanía, su voz es tragada por el correr de un riachuelo – siento sus almas – señalo el suelo – cava – le ordeno.
El niño hizo lo que le dijo, cavando un hoyo lo suficientemente grande para la caja de plata. Con cuidado, si, oh si, con sumo cuidado, la niña deposito la caja de plata en el hoyo, esta cabe perfectamente
– Que todos tus pecados sean perdonados y que tu alma sea aceptada en el lugar de descanso – recito, sus ojos parecen querer derramar lagrimas falsas.
– ¿estas segura de que el cementerio es aquí? – pregunto él, con suma inocencia en sus ojos azulados.
– Mira mas lejos – le señalo. Él pudo notar las cientos y cientos de tumbas que surgen entre las ramas y la tierra, aquellas que eran ocultadas por culpa de las hojas secas.
Cubren el ataúd de tierna fértil, ramas secas y hojas rotas…
– Descansa en paz, Li – susurro el pequeño. En ese entonces, el bosque se vuelve mas oscuro, el viento mas frío y el aire mas fétido, con olor a sangre y putrefacción. Los sonidos del bosque ya no eran mas, ahora había cosas más como susurros y lamentos…
– ¡Hay que irnos! – Dijo con preocupación y alteración en la voz, algo inusual en la niña – ¡Vámonos ahora!
Miro las ramas y hojas que cubren la tumba de Li, empiezan a moverse y entonces… su cuerpo pálido y desfigurado surge de la tierra, dejando ver sus cuencas vacías que parecen llenas de gusanos que se los comían. Corre con todas sus fuerzas, corre porque sabe que ella lo perseguirá, corre porque no quiere que las muñecas vuelvan a tratar de comérselo vivo, corre y sin embargo su hermana se ha desvanecido completamente, corre y grita su nombre pero ella no responde, corre dándose cuenta de que ella no es real, no era real… corre con un solo pensamiento en la mente: el cementerio de las muñecas es un lugar maldito.

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Este cuento se encuentra tambien en Falsaria, pueden buscarlo y votar para que llegue a portada xD
Sin nada mas que agregar, como dice mi cortesia y educacion, muy respetuosamente me despido.
Tarah.

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