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*¡¡¡BIENVENIDOS!!!*

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Hola a todos, sean bienvenidos a este nuevo blog que he decidido crear, con la esperanza de que mis escritos sean divulgados y conocidos mundialmente.


Tarah Zen G.

sábado, 18 de junio de 2016

Pieles de serpientes.

CAPITULO 1.
      La vida de varias personas pueden ser larga, otras corta, no duran mucho aunque quieran vivir, no se que tiene conmigo la muerte, ella me desprecia, tampoco me quiere.
      Vivo y estudio en la ciudad de Caracas, quizás hayan oído hablar de ella ya, es una ciudad muy concurrida, probablemente Caracas sea una ciudad como otras, tenia un centro comercial, muchos centros comerciales, puentes que atravesaban grandes calles o ríos, avenidas repletas de autos en trafico, tiendas de ropa, restaurantes, parques, plazas, talleres, escuelas publicas y privadas, urbanizaciones como Altamira, Chacao, llenos de personas ricas con grandes casas, muy caras, tipo mansión, tenia barrios también como... Petare, con personas que trabajaban en cosas no tan honorables para mantener a sus familias, lo se, porque he estado en Petare en mas de una ocasión y no pienso dejar de seguir visitándolo, a veces me siento como ellos, me meto en sus pieles y puedo sentir sus necesidades y sus tristezas.
      Caracas estaba cerca de La Guaira, que seria un buen sitio para un traficante de drogas, tenia montañas, un lago, ríos, y la playa, decorada con grandes palmeras que se extendían por toda la costa, había ido en dos o tres ocasiones a esa playa, con mis padres y a veces con Marcelina.
      En el instituto “Las Buenas Raíces Mauro Suarez” que estaba ubicado al lado este de la ciudad, del lado de los millonarios, de las personas con dinero, el lado al que pertenecía, pero que quería escapar. En el instituto privado, era un lugar para principios estudiantiles y personales, pero dudaba de que la mayoría de los alumnos los pusiera en práctica.
HOY, ANTES DE MI DESICION...
      Estábamos precisamente llegando al instituto, cuando una ola de admiradores de Marcelina nos detuvieron, aunque estábamos en abril y el día de san Valentín había pasado, los chicos seguían haciéndole regalos a Marcelina como si aun fuera febrero, y ahora que ella estaba soltera, todos querían tener el honor de ser el novio de una de las chicas mas populares de todo el instituto y de Altamira.
      ¿Miran a esa rubia candente que va caminando hay, la que tiene la mini falda, el mejor uniforme, miles de chicos babeando tras su caminar, la rubia de cabellos largos y lisos, piel perfecta, lisa, sana y suave de color mas pálida que la porcelana pulida, que copitos de nieve que caen de las nubes en los Alpes andinos, piernas largas y esbeltas, pechos enormes y cintura de avispa, ojos de color verde oliva, sonrisa de diamantes, cara perfilada, una nariz pequeña y redondita, mejillas mas rosadas que la de un bebe y manicure de dos días? Pues esa, esa no soy yo... en cambio ¿ven a la chica bajita, delgada sin pechos y piernas totalmente estropeadas, con un uniforme de marca simplemente porque sus padres son ricos y se lo compraron aunque no haya dado su consentimiento, la que lleva pantalón largo y flojo, porque teme que alguien mire sus piernas y se espante, la que lleva el cabello recogido en una coleta alta que le queda floja, cabello negro y ojos negros mas que la noche misma, la que lleva guantes porque sufrió la ultima alergia mas grande a las avispas que ha tenido toda su vida? ¿Precisamente, la que esta detrás de la rubia hermosa, detrás de su sombra y detrás de la pila de admiradores de su amiga? Esa, esa soy yo, antes del cambio, antes de cortar o en un buen termino, mutilar mi cabello.
      Como no quiero aburrirlos con mi vida cotidiana, mejor contare las partes más emocionantes de mi vida, aunque, creo que no son muchas. Pero tengo secretos, que seguro les gustaran.
      – Hablare con todos en algún momento chicos, ahora debo entrar en mi clase de… economía – les dijo Marcelina, su actual escusa para librarse de ellos… es una pésima mentirosa, ni siquiera hay clases de economía en Las Buenas Raíces… Como ya debes de saber, debes de haberte dado cuenta, Marcelina es la rubia preciosa y la rubia preciosa es Marcelina, y ya te diste cuenta de que, aunque sea solo un poco, la envidio, ¿cierto?
      Yo me aleje de ellos, el descontrol no era lo mío, y ver como un monto de cabezas huecas acosaban a Marcelina diciéndole mentiras crueles y viles para que ella los aceptara, me sacaba de mis casillas, eso era descontrol descomunal, aunque a veces, solo a veces yo también era parte del descontrol.
      Me senté alejada de ellos en uno de los limpios bancos de las entradas del instituto, pero estaba lo suficientemente cerca para escuchar las mentiras surgidas de la perfecta y deseable boca de Marcelina y también las cochinas y sucias mentiras de parte de los fulanos caballeros de Las Buenas Raíces. Desde lejos escuchaba el cuchicheo mientras me fijaba excesivamente concentrada en resolver las respuestas de la tarea de matemáticas que aun no nos pasaban... elimina eso,  yo estaba como alguien fingiendo estar concentrada en la tarea.
      Los chicos, que eran tres, rodeaban a Marcelina, dándole obsequios y ella les decía un “gracias” en respuesta. Le habían dado una rosa roja – gracias, Jos... – no había terminado de decir su nombre cuando le toco decir otro gracias.
      Subí la mirada cuando los cuchicheos se calmaron y vi a Marcelina venir directo hacia mi, subí la cabeza para verla directamente era cierto que tenia uno de los tumbaos mas excitantes de toda Caracas, por eso los chicos la deseaban.
      Volví a fijar la vista en mi cuaderno, que estaba en blanco y lo cerré antes de que llegara, sin verla dije – ¿otros chocolates?
      Ella se sentó a mi izquierda y cruzo las piernas. Levante la mirada nuevamente para verla responder, ella se aliso una arruga que se formaba en la chaqueta de su camisa – será que piensan que como solo chocolates, son deliciosos, pero... ¿sabes cuentas calorías contienen? engordare y así no le gustare a nadie.
      No era cierto.
      Un comentario típico de diva caraqueña.
      Me dio los chocolates. Destape la caja y me metí un bombón a la boca, tenia mantequilla de maní, mi favorita. Ella observaba una caja que le había dado uno de ellos.
      – ¡Cielos! – sus ojos se abrieron con sorpresa, mientras yo masticaba uno mas de los chocolates. Vi a su mano, y una fina cadena de oro con incrustaciones de diamantes, estaba incrustada en una cajita color lila – jamás pensé que alguno de ellos hiciera un regalo como estos, ¡vale mas de cien mil euros!
      Y yo jamás pensé que ella se sorprendiera con un regalo como ese, tengo cientos de cadenas iguales a esa o mucho más caras. Y yo, otra vez olvide que ella era una nueva rica, recuerdo que sus padres sacaron fortuna hace cuatro o cincos años, y desde eso se mudaron al sector de Altamira, pero tampoco era que fueran una de las personas mas pobres de Caracas o de toda América, los abuelos de Marce tenían dinero y la mandaban a una escuela privada, nos conocemos desde hace muchos años y siempre hemos sido amigas.
      – No sabes nada de euros – dije, pero ella no me escucho. Cuando ella termino su admiración a su cadenita de oro, me atreví a decirle – entonces, deberías quedarte con Carlos, ¿eh?
      Ella hizo una mueca, y frunció el ceño – pero fue Eugenio que me dio este regalo.
      Asentí lentamente mientras saboreaba otro chocolate en mi boca, tomaba otro, le daba vuelva en mis manos tapadas por los guantes y me tomaba mi tiempo para responder – si, ¿pero que hay de malo con Carlos? No esta mas una relación llena de bombones – terminando de decir eso, deje de jugar con el chocolate en mi mano y lo metí en mi boca, saboreándolo significativamente.
      Y Marcelina rodaba los ojos – una relación llena de bombones, es igual a una gorda sentimental – dijo con desdén.
      Señale a mi reloj de plata en mi muñeca izquierda, que prácticamente era una serpiente enrollada alrededor de mi muñeca – clase de economía señorita Marcelina Fajardo, ¿no iba usted a llegar tarde?
      Ella bufo y la mire con una sonrisa. En ese instante llegaba el ruidoso Ferrari de Matilda Montana, la chica mas popular de todo el instituto, esta ella a la cabeza, Marcelina la sigue, luego su amiga Laura Casas y la odiosa de Sasha Malval, que le hace honor a su apellido.
     El chofer bajo del auto, que al estacionar dejo marcas en el estacionamiento, para abrirle la puerta a su majestad la gran reina. Matilda bajo del choque con una falda tan corta como la de Marce, su chaqueta no tenia ni una sola arruga y su cabello estaba recogido en una coleta que la hacia parecer mas que espectacular, tenia una piel rosadas sin manchas ni lunares, con una pinta de ser muy suave, el fleco de su cabello que caía sobre sus ojos de color marrón, era de un color exótico parecido al naranja… el color de una naranja marchita. Es verdad que Matilda no es la más delgada del colegio, no tiene una cintura tan chica como la de Marcelina, pero aun así es bella. Esta le dio al chofer unas indicaciones que pronto desapareció en el interior del auto, que dejo el estacionamiento minutos después.
      Matilda Montana sonreía a nuestra dirección y se dirigía hacia allí, yo sabia que a mi no veía, que a mi no me sonreía, solo cruce un par de palabras con ella desde que la conozco, nos habíamos dicho, quizás hola y adiós, pero no era siempre, Matilda no se baja de su pedestal para hablar con personas mas bajas que ella, y no me refiero a estatura.
      Marcelina se levanto y esa era la señal de que yo también, se dirigió prácticamente corriendo al recibimiento de Matilda, que al llegar ambas se dieron un beso en cada mejilla, tal como hacían los franceses, mientras yo recogía mi cuaderno, y cerraba por fin la caja con unos cuantos bombones que quedaban.
      Matilda es perfecta. Nunca pensé que existiera una persona así. Es bella, inteligente, y la mejor y mas popular alumna de la clase. Casi temí de qué Marcelina se fuera con ella y me dejara sola, para volver a mi mundo de soledad encerrada. Podía dejarme sola, podía irse, de todos modos ambas pertenecían al mismo bando, eran bellas, populares, en cambio yo, yo era una chica en la sombra de todas ellas y sus amigas, una chica que jamás llama, ni llamara la atención.
      ¿Por que yo estaba con Marcelina? Ella se había vuelto popular desde que empezó a tener belleza y dinero ¿acaso no me ha dejado aun por que piensa que soy su responsabilidad? La podre niñita que fue su amiga desde siempre y que ya no tiene otra persona con quien hablar.
      Llegue hasta donde ellas hablaban sin cesar de moda y no se cuantas cosas mas, Matilda me miro de reojo y dijo – ah, hola... mmm... Mía.
      ¿Mía? ¡Si! ¡Que nombre tan original! Mía esto, Mía lo otro, Mía, Mía, Mía, entonces ¿de quien soy en realidad, si todos me llaman Mía?
      – Hola – respondí de mala gana.
      Ella fijo la vista en Marcelina y dijo – Marce, las elecciones para presidente serán antes de junio. Pero no importa estamos en abril.
      Marcelina rio de su chiste sin gracia y también yo, aunque solo entre dientes y fue una sonrisa sarcástica.
      Ese tonto concurso de popularidad había sido ganado por Matilda por los tres últimos años, no entiendo para que lo hacían, si siempre ganaba ella, ya sabíamos que era la mas linda, la mas inteligente y popular, la mas influyente de los alumnos, no había porque restregárselo a la cara a todas las persona cada vez, a nadie se le olvidaría la linda y comunitaria Matilda.
      Matilda y Marcelina se despidieron como se habían saludado, con un beso en cada mejilla. Por suerte Marce no me dejo sola. Tan solo faltaba. ¿Mencione que soy muy celosa con mi mejor amiga?
      Marce tenia una gran sonrisa en su cara despidiéndose de la gran anfitriona y reina de este instituto, los chicos son unos idiotas, tampoco es que estuviera interesada en uno de esos patanes, pero todos babeaban por Mattie, Matilda Montana.
      Una vez que ella estuvo fuera de nuestro campo de visión, Marce se volteo y me miro fijamente, su expresión cambio a una mas vacía, había notado mis guantes, aunque no eran novedad. Mis guantes tampoco eran de esos que usaban en los hospitales, o lo que se ponía Wendy para fregar la vajilla, eran modernos, bonitos, caros, eso si, mis padres siempre me compraban cosas caras, aunque no fuera necesario.
      Marce me miro como cachorrito – ¡oh nena! Otra vez. Nunca se te va a curar.
      Ok, mentí. Lo que tengo no es alergias por las picaduras de abejas, ni nada por el estilo, no nací con lo que tengo pero jamás, jamás se me va a quitar.
      Marcelina retiro mi guante, y observó mis ronchas y ulceraciones rosa-blancas, hinchadas, picaban y me dolían. Retire mi mano asiéndola creer que me dolía, y en verdad, lo hacia – lo siento – dijo.
      – No se cura. Marcelina, no tiene cura.
      Le quite mi guante de su mano, pero antes de volver a ponérmelo paso Sasha y su amiga Johana. Sasha Malval susurra – pieles de serpiente – y su amiga rompe en carcajadas. Ya la broma de Malval quedaba grande. Después de escuchar algo tantas veces te aburres de ello, pero Sasha no es así, ella hace una broma y para ella siempre tiene gracia.
      Es una chica morena, alta, sus cabellos tienen pinta de ser rizados, pero quizás jamás lo descubriré, Sasha siempre tiene el pelo liso, planchado para ser precisa. Sus faldas son tan indecorosas que debe de haber una pulgada del final de su falta, para llegar al inicio de su ropa interior. No tenía una buena fama, pues es una de las chicas más populares, pero a mis oídos llegaron chismes de las lenguas largas que se había acostado con más de la mitad de “Las Buenas Raíces. Mauro Suarez”
      En los labios de Marce salió una sonrisa, una mínima pero fue una sonrisa. La fulmine con la mirada porque sabia de que se reía, ella había dicho... ella prácticamente fue la que inicio el apodo de pieles de serpiente, a mi piel cuando la comparo, en clases de biología, Sasha había escuchado y se lo tomo como su broma personal.
      Que te digan pieles de serpiente durante toda tu vida no es nada agradable.
      – no es para tanto, Mía – negó con la cabeza y de su tono de voz sonó un poco de tono monótono.
      Explote – ¡no es para tanto! – Casi grite – Marce, me llamaran así durante toda mi vida. No es mi culpa tener esta enfermedad, a no tengo a quien echarle la cul...
      La culpa, no tenia a quien culpar. ¿Genética?, era imposible saber si era genética… bueno no imposible, pero no tenia a nadie. No sabía nada.
      Tomo mis manos y empezó a besar mis ronchas, mis ulceraciones, con todas sus imperfecciones – lo siento. Lo siento. Lo siento – sellaba cada lo siento con un beso en el dorso y el revés de mi mano.
      No podía perdonarla. Así simplemente. Aunque no se si eso fue una risa verdadera. No sabía nada. Ella sabia lo delicado era el tema de mi piel. Jamás sanaría. Jamás lo olvidaría. Sin mirarla supe que volvía a tener los ojos de cachorrito, solo dije entre dientes – vamos. O si no llegaremos tarde a clases.
      Mi voz sonó vacía, no había sentimientos en ella. Estaba tan acostumbrada a usar esa expresión. Deje a Marcelina, me fui caminando rumbo al salón de clases, Marce se quedo ahí, sola, de pie, mientras todo el mundo se movía a su alrededor.
EN CLASE.
      ¿Ven? Dije que mi vida es aburrida, soy una persona ordinaria en la vida ordinaria, con problemas ordinarios, pues aunque no tan ordinarios, la mayoría de las chicas no sufren este tipo de problemas, algo de acné, pero nada como lo mío, el acné puede sanar, lo mío no.
      Soy una persona simple, que se altera fácilmente y convierte el más mínimo problemita en algo grande. Le doy demasiada importancia a todo.
       Estoy acostumbra a quedarme en el rincón y no tratar de llamar la atención. Eso hacia cada día de mi vida en el instituto, sentarme en el final de la fila, en el ultimo rincón del salón de clases, así la señorita Mirian no se fijaría en mi para hacerme alguna tonta pregunta de biología, odiaba la biología.
      Odiaba que me preguntaran cosas a las que no les prestaba atención, pero lo hacían, me preguntaban.
      – García – dijo la señora Mirian Toledo, después de haber estado preguntando al azar, y al ver que yo no participaba, como usualmente, me nombro a mí por encima de un montón de manos alzadas – ¿Sabes la respuesta?
      Mi atención fue a ella, ignorando las miradas de todos mis compañeros – ¿Podría repetir la pregunta?
      Todos en el salón de clase rompieron en carcajadas. Rodé los ojos, no tenia que mirar para saber quien se estaba riendo, todos, excepto Mattie, Matilda Montana era la mas respetuosa de todos mis compañeros, ella se había ganado la mejor reputación por eso, aunque quisiera, ella respetaba las condiciones de los demás, pero eso no significaba que fuera una fanfarrona.
      Hasta Marcelina se estaba riendo, solo un poco, y trataba de disimularlo, hipócrita.
      La profesora Toledo me odia, a veces pienso que tiene problemas personales conmigo, pero como dije antes, soy demasiado exagerada, aunque nadie me vea y me preste atención, siempre pienso que soy el centro de los chismes.
      – Montana – dijo rotundamente la profesora sin responder a mi pregunta y pasando su mirada sobre el rostro de Matilda y su mano alzada con uñas barnizadas.
      Mattie bajo su mano, acomodo su cabello y dijo – Un genotipo, es un conjunto de genes característicos, que posee un individuo en forma de ADN...
      No le preste atención al resto, a veces, parecía que era Mattie la que daba la clase, por lo menos, la atención hacia mi disminuyo. Ya nadie me veía, ya nadie se reía.
      Volvía a ser invisible...
      Cada vez que la gente me veía, cada vez que una nueva persona me conocía, lo primero que preguntaban, incluso antes que el típico Hola, al inicio de las conversaciones, era ¿que eso de tu piel? Lo pronunciaban con asco, con un ceño fruncido, no se atrevían a darme la mano, ni siquiera cuando yo les decía que no era contagioso, pensaban que mentía, siempre eran precavidos, muchas de las personas a las que conocí, no las volví a ver mas nunca.
      Pieles de serpiente...
      A veces pensaba en eso, aunque trataba de no hacerlo... el apodo de pieles de serpiente comenzó hace tres años, cuando estudiaba segundo año de bachillerato, fue en biología, justo la clase que odio, mejor dicho, odio esta clase, por culpa de ese incidente.
      Estábamos en el laboratorio de biología, Marcelina y yo en equipo, la clase consistía en abrirle la panza a una lagartija, sapo o serpiente, para ver sus órganos y diferenciarlos, nosotras, teníamos una serpiente, Marce se había quedado prendada de sus pieles, antes comenzó a ver mis manos sin guantes.
      Malval estaba en la sala, aunque era de una clase diferente, estaba practicando con Mattie de algo a lo que no le preste atención, en realidad, no supe que Malval estaba en el laboratorio hasta que escuche su voz.
      La profesora había salido a no se que con otro de los profesores de Biología, lo que mas intrigaba a los alumnos, es que el profesor era sumamente joven, las chicas morían con solo verlo, y según rumores de escuela, la profesora, en ese entonces una que se llamaba Edith, se entendía muy bien con Juan, ese era el nombre del profesor.
      De un momento a otro, mientras trataba de hacer un resumen de lo que íbamos a hacer con la serpiente, Marce pronuncia – mira la piel de la serpiente... se parece a la tuya, Mía.
      Imprudente, me pareció, hablo tan fuerte que creo que los alumnos de la clase de al lado escucharon.
      Todos voltearon a verla, nadie dijo nada, había un silencio incomodo en la sala, hasta que ese silencio fue roto por la voz que se carcajeaba de Sasha, todos la siguieron, jamás me sentí tan humillada, pero eso no termina aquí.
      Sasha se acerco a mi – tiene razón, Pieles de serpiente – tomo mi mano, la alzo y bajo la manga de la bata blanca de laboratorio. La observo – pero es áspera y escamosa, las pieles de las serpientes no son así, son mas suaves – las risas volvieron, soltó mi brazo y miro su mano, en su cara apareció una mueca de asco, sabia que mi cara estaba mas roja que un tomate y que seguro no era solo por vergüenza, también por ira – ¡Que asco! ¡Me has dejado tus escamas!

      Se habían preguntado ¿por que odio a Sasha? O ¿por que odio las clases de biología? Ahora lo saben.
Continuara...

Tarah Zeng.

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