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*¡¡¡BIENVENIDOS!!!*

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Hola a todos, sean bienvenidos a este nuevo blog que he decidido crear, con la esperanza de que mis escritos sean divulgados y conocidos mundialmente.


Tarah Zen G.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Tengo que seguir a las mariposas


Sigue las mariposas, cuervo, síguelas y me encontraras.
Esas fueron las últimas palabras que Lady Gardin me dijo antes de convertirse en una nube de mariposas negras que partieron en todas direcciones, iluminadas por los vivos resplandores de colores que lograban colarse entre las frondosas ramas de los árboles de aquel bosque. ¿Cómo las seguiría entonces? De ser posible seguirá cada una de ellas, pero me tomaría años siguiera encontrar a una como para dedicarme a buscar a otras, en efecto, quisiera volver a encontrar a mi señora, pero las posibilidades son nulas, hasta ahora solo he podido seguir a una mariposa.
Aún recuerdo su rostro antes de perderse para siempre de este mundo, lleno de una solemne dicha que nunca antes había visto, con una sonrisa que me anunciaba que ella quería mucho más que ser lo que es, y que sea lo que sea que iba a suceder en ese momento, era algo que la hacía sentir eufórica. Está mariposa en especial, me recuerda esa sonrisa y al color de sus ojos tan intensos cada vez que me miraba.
Fue por eso que la seguí.
Por muchos más años de los que podría llegar a contar con las plumas de mis alas seguí a la mariposa, temiendo que algún día detendría su aletear y caería al suelo dejando al fin de volar, para morir como una mariposa normal, pero ella no lo hizo. La seguí por siempre, y de ser posible la seguiría por la eternidad.
Es eso justo lo que estoy haciendo ahora. La mariposa mueve lentamente sus alas, posada sobre una flor sorbiendo su néctar, creo que está cansada de tanto volar y de no encontrar su lugar. Estoy tan cerca de ella, que debería asustarse y huir despavorida pensando que podría llegar a comerla, inclusive creo que su reflejo esta sobre mi ojo, pero ella no es así, está acostumbrada ya a mi presencia, ¿o será que Lady Gardin le ordeno que me permitiera estar cerca de ella? Sea cual sea la razón, la mariposa ha estado durante demasiado tiempo allí, en reposo, en espera de algo que yo desconozco.
Entonces y solo entonces, cuando comienza a batir sus alitas y alzar vuelo, sé que el momento de su espera ha llegado a su fin. De ser evidente la sigo, Lady Gardin me lo dijo.
“Sigue a las mariposas y me encontraras”
Su voz resuena en mi cabeza, casi como si lo estuviera susurrando en mi oído. ¿Sera que soy un cuervo enloquecido?
Mi corazón no para de latir, el graznido se escapa de mi pico con un sonido parecido a un jadeo de cansancio, pero jamás dejaría de buscarla, ella me prometió que si seguía a las mariposas la encontraría y eso he hecho. He seguido a las mariposas.
Sus alitas oscilan, volar tan lento me agota, pero no puedo perderla de vista.
El ocaso está por llegar, el cielo ya comienza a ponerse gris cubierto a su vez por una gran cantidad de nubes de tormenta. Será una noche siniestra.
Aparece ante mi vista una vieja cabaña, una casucha alejada del pueblo y cerca del bosque. Si alguien llegara a preguntarme en qué lugar del mundo estoy, no sabría contestarle, ya que jamás me he molestado en aprenderme los nombres de aquellos lugares a los cuales he ido, ni mucho menos las fechas y los años que llevan los estúpidos humanos. Mi pensamiento blasfemo se ve interrumpido en cuanto la mariposa se acerca a aquella casucha, ha hecho eso varias veces, para refugiarse de noches como esta, así que busco su posición y trato de encontrar un buen lugar en el cual acomodarme.
Un grito aterrador que proviene del interior de la casa hace que me sobresalte y me levante del sitio en el cual ya me había acomodado. La mariposa no está a mi vista, lo último que vi fue como se colaba por la ventana y reposaba con sus alas plegadas sobre el cristal del interior, del cual salía un confortable calor de la luz anaranjada de las velas.
¿Dónde estará mi mariposa?
Volé alrededor de la casucha. Los gritos volvían a escucharse, una y otra vez, una y otra vez, seguida de la voz irritada de otra mujer.
– María no estaría pasando por esto de haberme hecho caso – mascullo, me acerque al cristal, y a pesar de mi pico trate de pegar lo más que pude mi cara para echar ojo dentro. Era una única habitación, una mesa de un lado, un fuego confortable ardía en la chimenea, y del otro extremo, una mujer regordeta cubierta en telas grises hablaba con una joven que se movía de un lado a otro de la cama en la cual yacía acostada una tercera mujer – porque el hijo del carnicero, ¡sí! Ese joven ¿Cómo se llamaba? ¿Joaquin? ¡Qué demonios importa! El joven ese con el cual se había estado revolcando no se haría responsable de semejante criatura. ¡Clarisa, más agua por favor!
– Sí, madre – contestaba la joven.
La otra, de cabellos rubios como el sol y piel tan roja como una rosa gemía y jadea, no habría los ojos de tanto dolor, se sostenía fuertemente a las sabanas de la mugrienta cama. El vientre tan hinchado que pensé que podría llegar a reventar, pero lo que más me importaba, mi mariposa, no se encontraba por ningún lado, así que seguí observando, como un invitado no deseado.
– Puja, María, puja – grito la vieja gorda, de vez en cuando metía las manos entre las sabanas de la joven muchacha, hasta que en un momento las introdujo y no volvió a sacarla más – puja, que seguro que cuando el hijo del carnicero te lo estaba metiendo hasta el fondo ahí no gritabas que te dolía. ¡Clarisa, trae más toallas!
– Enseguida madre – la más joven respondía y diligentemente como una afanosa hormiga cumplía con la petición de su madre.
– ¡Que niña más irresponsable! – Continuaba voceando la vieja, fue cuando note el parecido que tenía con la joven de la cama – ¿hasta cuándo pensabas ocultar tu embarazado? Será tu culpa si el recién nacido nace enfermo. ¿Qué demonios le diremos a tu padre cuando regrese de Barcelona? ¿Qué no encontramos un bebe en la puerta y generosamente nos dedicamos a criarlo? ¡Como si no tuviéramos ya tres bocas que alimentar!
Y, por todas las cosas que su madre le estaba diciendo, la joven dando a luz odio a su bebé, lo había odiado desde el mismísimo momento en que supo que estaba esperando un hijo.
Mientras que la apestosa boca de la anciana se abría, la joven se movía de un lado a otro cumpliendo con sus ordenas, la de cama aumentaba sus jadeos y gritos de dolor, por una, Dios las condeno a todas a tener sus hijos con dolor. El ritmo de su corazón aumentaba, lo escuche con mi oído de cuervo, casi la pude escuchar respirar en el momento en que salió del vientre de su madre, justo en el mismo momento en que su corazón se detuvo.
– ¡Otra niña! – grito la vieja enojada con su gruesa voz de hombre, sostuvo a la bebe en sus manos inspeccionándola y manteniéndola alejada como si se tratara de la cosa más horrible y repugnante. Frunció el ceño con desagrado, pero se relajó de sorpresa al ver que la niña había nacido con los ojos abiertos. La sorpresa no duro mucho, al volver con sus odiosas palabras – ¡otra niña que será una furcia como su madre! Es igualita al hijo del carnicero.
La niña tenía los cabellos entre castaños y cobrizos, la piel tan roja como la de una cría de ratón recién nacida y los ojos tan azules que parecía que estaban viento a la inmensidad del cielo en un hermoso día, pero de una manera inquietante, sus ojos llenos de sabiduría hacían temer de ellos. Inclusive, parecían no tener luz. La vieja se quedó sin palabras en cuanto la niña la miro fijamente a los ojos, no lloro, ni grito, solo se dedicó a observar su alrededor y a la horrible mujer que la sostenía.
– Madre – llamo la joven que respondía al nombre de Clarisa. Yo también la mire, estaba al lado de la cama, echada encima tocando la cara llena de sudor de su hermana mayor.
– ¡María de los Ángeles te ordeno que te levantes de esa cama enseguida! – grito sin sutilidad, pero la muchacha agotada no respondió, ni se movió. Su cara quedo en una mueca de dolor y agonía con la piel de los parpados duramente tensada.
– María – susurro su hermana – no está respirando, madre.
En vista que la hermosa joven sobre la cama no estaba respirando, me aleje de la ventana, era un asunto que no me concernía, entonces me dedique a buscar a mi mariposa, pero por más que busque y busque no logre encontrarla. Cosas comenzaron a caer en el interior de la casa, zapatearon en su corretear en ella, me eche sobre el alfeizar mirando como comenzaban a caer las primeras gotas de lluvia de la tormenta que se avecinaba ¿Dónde estará mi mariposa?
– Clarisa, toma – escuche la estruendosa voz de la vieja tan gruesa que era capaz de atravesar paredes y cristales, pero no me voltee a mirarla – Llévatela al bosque, abandona en medio de un claro, los lobos harán el trabajo.
Fue cuando volví a mirar, la niña sostenía entre sus brazos una pelota envuelta en telas que movía sus brazos tratando de liberarse de aquel encierro, pero sin llegar a emitir todavía ningún sonido.
– ¿qué le diremos a papa? – pregunto la joven con voz temblorosa, solo por esta vez note como las lágrimas se deslizaban por sus mejillas.
– Nadie en el pueblo sabe que María estaba embarazada – fue su respuesta – todos piensan que lleva días enferma, total eso fue lo que ella nos hizo pensar también a nosotras. Diremos que esta noche de abril murió de pulmonía.
Era una lástima, la bebe que apenas acababa de nacer no sabía cuál sería su cruel destino, pero yo estaba ya demasiado ocupado para molestarme por los problemas de otro, así que me dedique a limpiarme las plumas con mi pico mientras la joven Clarisa salía de la casa cubriéndose con una capa, fue entonces cuando su débil quejido capto mi atención, pude ver entre las telas sus ojos sin brillo… había encontrado en el azul de aquellos irises a mi mariposa.
Batí mis alas lo más rápido que pude, para seguir de cerca los pasos de la doncella, que se perdía como una sombra entre las sombras de los árboles, su capa ondeando abiertas como las alas de una lechuza, a las que a veces le arrancaban plumas al ser halada por las manos esqueléticas de los árboles que emergían del infierno para llevársela con ellas. El aullar de un lobo indicaba su camino. Bordeo un árbol, surco una roca y bajo una empinada, al llegar hasta un helado rio que corría con furia por su canal, lo bordeo hasta encontrar un árbol caído cuyo tronco hacia veces de puente, firme y resistente madera segura por la cual cruzar, entonces, en un claro por el cual caían gruesas gotas de lluvia abandono a la recién nacida en el embarrado suelo, sus ojos fijos en el cielo en donde se aglomeraban tenebrosas nubes negras, fue entonces cuando comenzó a llorar. La joven escucho sus gritos, pero siguió corriendo y cada vez que lo hacia la tormenta ahogaba el llanto de la recién nacida, sus pies se hundían más en el fangoso lodo hasta que llego al árbol caído sobre la cauce del rio. Se había vuelto más grande a medida que la lluvia caía, pero sin importar nada, Clarisa subió en el tronco y comenzó a caminar, trastabillando de veces, sus zapatos estaban muy resbalosos al igual que el tronco, pero este era firme y sus puntas no se deslizarían por barro así como así, de esa manera ella estaba segura de cruzar. Pero, como si hubiese sido cortado de un hachazo, el tronco se partió a la mitad y la joven cayó al rio, ahogándose en sus aguas.
La lluvia dejo de caer tan repentinamente que ya no quedaba ni un atisbo en el cielo de que hace solo unos segundo había estado cayendo un gran diluvio, las nubes se despejaron y dejaron a la vista la luna llena de mediados de abril, sus ojos azules estuvieron fijo durante un largo rato en la esfera celestial, me acerque, luego de presenciar el horrible final de la hermana que solo cumplía las ordenes de la madre para no ser tratara como la mayor. El bosque quedo en total silencio, los lobos huyeron despavoridos con las colas entre las patas, solo yo estuve cerca observando como lo hice por todos estos años.
– ¡Oh, santo cielo! – exclamó un hombre de mediana edad que se acercaba empapado entre los arboles – ¿pero qué rayos ha sido eso? Comenzó a llover tan repentinamente como termino. El clima se ha vuelto totalmente loco – susurro para sí.
Me aleje volando de la niña, para posarme cerca de una rama. Entonces la vio, calmada mirando fijamente la luna, movió sus ojos con inteligencia al sentirlo llegar a su lado.
– ¡Oh mi Dios! – Exclamo levantándola del suelo – pero que hace una criatura en medio del bosque con un clima como este – miro a un lado y a otro – ¿quién podrá ser tu madre? ¿Estará por aquí cerca? ¡Buenas, ahí alguien por aquí cerca! ¡Nadie! – Grito alrededor – entonces, nena, lo mejor será que te lleve esta noche a casa.
La niña rio como si se tratara de un bebé ya de meses y no de una criatura que acaba de nacer. Se acurruco en sus brazos y el viejo cazador hecho a andar con la niña en brazos, antes de alejarse, ella me miro, pude ver nuevamente a mi mariposa aletear en sus ojos.

Síguelas y me encontraras.
Batí mis alas. Gardin me lo prometió.
Tengo que seguir a las mariposas.

Att: Tarah Zeng.

lunes, 20 de junio de 2016

Ser un árbol de espino.

Los espinos pueden ser muchos, tenemos desde zarzas espinosas mayormente conocida como espinos, aunque también se podría incluir entre ellos a cualquier planta que tenga en cualquier parte de su estructura un objeto punzo penetrante. Todos sabemos muy bien que las espinas pueden romper la piel al incrustarse en ella y provocar dolor hasta después de ser removida ese objeto invasivo, pero así como las hay de diversos tamaños, desde las más largas que pueden ser removidas inmediatamente sin mayores complicaciones, así como las microscópicas que pueden causar daño por un tiempo prolongado ya que es casi imposible su remoción por objeto de nuestra propia mano. Las rosas, con sus bellos pétalos de colores, también son espinos y así como pueden adornar un ambiente y alegrar la vida de una persona, también puede herir con sus espinas. Muchas personas piensan que cuando me refiero a herir, espina y dolor, me estoy refiriendo a los cactus o tunas, esas plantas conocidas por no aportar nada bueno a la humanidad, son feas, delgadas, no tienen hojas, no dan sombra y lo más horroroso aun, “¡están cubiertas de espinas!” desde la base de su tallo hasta la punta más alta de su cuerpo, pero lo que más ignoras las personas comunes es que están plantas aportan hogares para pájaros y animales en sus raíces o tronco, en su interior conservan agua que utilizan en las temporadas más cálidas para mantenerse con vida, son los arboles más fuertes (en voluntad) que pudo haber creado la naturaleza, dan flores hermosas y frutos preciosos que se pueden comer, solo hay que darles tiempo y una oportunidad. No son solo aquellas de las tienes que alejarte. Lo sé, porque yo también soy un árbol de tuna. 
Tarah Zeng.

domingo, 19 de junio de 2016

Viajera del tiempo.

Prologo.
Sullivania... papá me contaba que Sullivania era un sueño de uno de sus mas divertidos e ilusos enemigos, uno mas que quería conquistar el mundo... era un sueño que no se haría realidad, y sin embargo... ha ocurrido.
Y papá ha muerto.
El imperio Sulliviano, ha nacido de las cenizas de toda Acram, todo lo que conozco, empezó a desaparecer hace tres años, cuando tenia solo siete, el mismo día de mi séptimo cumpleaños, lo recuerdo como si hubiera sido ayer, y hoy me queda muy poco.
Trato de correr, y evadir a los guardia y a esos clones de cabello color negro... papá me dijo que corriera, fue lo ultimo que me dijo... antes de que sus ojos se cerraran para siempre. No puedo andar, el dolor y las ganas de llorar se acumulan en mi pecho y suben por mi garganta buscando una manera de huir... de ser liberadas.
¿Como le diré a mi madre que papá ha caído bajo la espada de uno de esos clones del emperador? ¿Como le diré... que nos ha dejado solas?

Era el peor día de mi vida, y ¿por que lo era? Me habían sellado.
Sellados... así se les denomina, a los seres que le han quitado sus poderes; consiste en poner en tu cabeza una especie de gorro metálico, conectarte a tubos, y clavar en tu muñeca esas varillas metálicas que atraviesan de lado a lado para extraer tu energía, aunque el proceso es doloroso, esta protegido por la ley, todo y cada uno de los habitantes híbridos de Sullivania tenían que ser sometidos a ello, a mi madre la sellaron, a mi padre lo sellaron, a todos, según tengo entendido no hay ni un habitante en el Imperio Sulliviano que no haya sido sellado.
Cuando los clones del emperador me liberan de esa cárcel gris, veo mi muñeca, “LB-14” mi numero de generación grabado en ella, como una marca para identificar que yo le pertenecía.
Recuerdo cada pequeño minuto de ese día, aunque quisiera olvidarlos... recuerdo a los clones negros, entrando en la casa donde estaba con mamá, Annie y Cob, mis dos pequeños hermanos, seguro que si mi padre hubiera estado presente, no hubiera dejado que ellos me llevaran. Con ojos negros que solo el demonio mismo podría poseer, me miraban, siendo su próxima presa, miradas frías, sin pupilas, incapaz de sentir empatía.
Recuerdo la voz de mi madre, diciendo claramente con voz estruendosa.
– ¡no se llevaran a mi hija! – sus palabras se desgarraban, rompían el silencio que los clones emanaban con su presencia, su voz era aguda e infantil, siempre lo fue y esta no cambio con los años.
Pero ellos, lo hicieron.
Atada de pies y manos, solo me limite a llorar, pegando la cara en el suelo de esa fría furgoneta, mientras los diez clones negros, dos de ellos se subían en la parte delantera, seis seguían de cerca la furgoneta en motos, y los otros dos en la parte trasera que me apuntaban con el arma para que no tratara de escapar, ni que pudiera hacerlo, era una niña de siete años y no estaba sellada. Usualmente, los no sellados se resisten al arresto, usando sus poderes para escapar, pero tarde o temprano, los clones malvados súbditos del emperador, terminaban atrapándolos ya sea para sellarlos, o para matarlos por haberse resistido al arresto.
Pude escuchar claramente la voz de mi padre gritar mi nombre, seguro le habían avisado que me sellarían, vi a los vecinos salir de sus casas, ellos habían sido victimas de eso, todos habían sufrido por el horrible proceso del sellado de poderes, con voz desgarrada grito una vez, su voz desapareció en la lejanía, casi lo imagine salir corriendo detrás de la furgoneta, pero obviamente no la alcanzo, si el no estuviese sellado como los demás, seguro, lo habría alcanzado, me habría sacado de esta y toda la familia huiría, pero con el tiempo aprendimos que de Sullivania no hay escapatoria.
Hoy en día hay muy pocos que no han sido sellados, la mayoría son niños que no saben sacarle provecho a sus poderes, pero no se si hay adultos que aun los conservan.
Uno de esos clones, me apunta con el arma, no voy a escapar, no puedo... desde hace unas semanas, en los siete meses que comenzó todo esto del sellado, recuerdo a un habitante del genero zorro de aspecto maduro que intento usar todos sus poderes, haciendo gala de ellos, mas de treinta clones vinieron a por el, tenia mucho potencial, lo atraparon, pero hizo la furgoneta pedazos, destruyo a varios clones, desde ese día, el emperador se toma mas precauciones para los habitantes de Sullivania, lo que me ata las muñecas, no son otras mas que los brazaletes de reducción de poder, me hacen mas dedil, casi no puedo moverme, y estos brazaletes, se hicieron famosos, gracias a un hibrido, gracias a Alpha New-one... no se que paso con él, hace muchos años que no lo he vuelto a ver, mas específicamente, después de ese secuestro a mis cinco años.
Así que nadie aunque quiera va a poder escapar, o se las vera feas como el zorro quien fue desmembrado y cuyas partes enviadas a cada ciudad que sigue en pie en el imperio Sulliviano. Para recordarnos lo que le pasa a los rebeldes.
Llegamos a al Centro de Sellador de Poderes (C.S.P) es un lugar horrible, gris, cuyas paredes de metal oxidado, todo en la ciudad es de metal oxidado... el C.S.P tiene grandes muros, para evitar que cualquier producto escape del centro, de mas de seis metros de altitud y cubierto por una valla eléctrica, eso sin contar los guardias robots y los clones negros.
“nadie sale de aquí” me dije “la única forma es salir sellado” no había esperanzas.
Con lágrimas en mis ojos, le dije adiós a los viajes en el tiempo.
La estructura se alzaba ante mi pequeña forma de niña de siete años, omnipresente, omnipotente, era un lugar que intimidaba, de las altas torres de metal forjado se veían esas chispas azules, que indicaban el proceso de sellamiento, gracias a esas torres todos perdían sus poderes, detrás de ellas estaban los grandes reactores nucleares que soltaban toneladas de humo al ambiente, provocando mayor contaminación atmosférica y lumínica, creando así un cielo color ámbar como un atardecer, a cualquier hora del día, con indicios tormentosos, tormenta que nunca caía.
Uno de esos clones me llevo a cuestas.
Y entre en el lugar, donde duraría el proceso y mi identificación.
Me hicieron estudios, como a rata de laboratorio, mamá me dijo que mientras ellos no conocieran todo mi poder, parte de él podría seguir vivo después del proceso, así que solo, se dieron cuenta de mi poder de viajar en el tiempo, y me lo quitaron... me conectaron a la extraña maquina que parecía ser una zona de torturas y obviamente lo era.
El casco metálico, correas en las muñecas y tobillos, tubos finos que entran por tus orificios nasales y los auditivos, las dos varillas de metal que te clavan en la muñeca izquierda. Esas varillas, son las que reciben la corriente... y fueron causante de gran parte de mi dolor.
Una especie de pistola láser, te apuntaba, con mis ojos rojos mire esas chispas relucientes, aun era ajena al gran dolor que causaba, la punta de la gran pistola se recargo, mire a mi alrededor en la habitación, había una gran cantidad de clones negros y grises, clones malvados sin alma, ninguno me ayudaría aunque suplicara.
Desvié la mirada y apreté los ojos fuertemente, esperando al dolor llegar a mí, mientras unas lagrimas inconscientes salen de mis ojos.
Entonces la luz disparo, era un fuerte y potente rayo de energía que cruzaba por medio de esas varillas hasta recorrer tu cuerpo con dolores y espasmos insoportables, sientes que suben, que bajan, que pasa junto a tu sangre, te llega al corazón y hace que se acelera, cierras los ojos, te muerdes, la sangre sale de tu boca por culpa de tus dientes apretado fuertes para tratar de resistir el dolor, entonces, te ves obligado a abrir la boca para dejar escapar el mas potente y aterrador grito que saldrá de tu garganta en años, uno que te desgarra las cueras vocales, jamás sentirás otra vez un dolor como ese... sientes, a demás de dolor, como el poder con el que naciste, abandona tu cuerpo.

Pero obviamente lo sentí de nuevo, porque ese dolor que me recorrió cada partícula de mi cuerpo estaba volviendo mas intenso ahora, papá ha muerto, papá ha muerto, mi pecho dolía, como aquel día en que el emperador decidió quitarme mis poderes.
Pero hoy... hoy he perdido otra parte de mi, justo cuando pensaba que ellos ya no podían quitarme nada mas, pero me equivoque, también podrían quitarme a los seres que me quedan, a mi madre y a mis hermanos, no quiero tener que destruirlos así, decirle que el murió, porque lo hizo y no va a regresar.
Las lagrimas caen por mis mejillas, ruedan sin encontrar un lugar donde detenerse, por su estúpida culpa, mi visión se vuelve difusa, y no puedo ver bien el tétrico lugar en que se ha convertido Acram, el lugar por que el debo andar para escapar, y llegar a mi casa antes de que ellos me atrapen, se me hace una pregunta en mi mente ¿por que mataron a mi padre? El ya no tenia nada, no tenia poderes, y no era rival para el Doctor.

Papá me contaba historias, me decía como era Arszafet antes de la... ¿colonización del emperador? No se como llamar a eso. Siempre me reía con el, mientras nos sentábamos en el techo de la casa y comíamos bocadillos, mirando el extraño cielo ambarino que se reflejaba por culpa de la contaminación en Sullivania.
La vista no era para nada agradable, solo había contaminación, humos, ruinas, casas derrumbadas, y edificios de metal.
Aunque papá sonreía, yo sabia que el no era feliz, sus ojos me decían que creía que era su culpa que algo así le pasara a Acram. El tenía un deber y fallo.
Y pensar que esta noche... Solo esta noche, estuvimos como en esos tiempos, hablando sobre lo lindo del Bosque azul a las afueras de Arzsafet cuando Sullivania solo era un difuso sueño de un loco científico aspirante a presidente.
–...esto era hermoso – susurro, con un poco de pesar en su voz, el reflejo de un atardecer ambarino brillaba en sus cabellos, que creaban una extraña combinación de colores metálicos.
– lo se, papá – me reí – lo vi... ¿lo olvidas? Solo tenía siete años.
– pero mi flor de cerezo, las cosas cambian y lo que mas temo, es que después olvidemos que se sintió vivir en paz – beso mi frente, y acaricio mi flequillo, mis ojos se volvieron mares de lagrimas, ahora esta muerto, “Mi flor de Cerezo” así solía llamarme, la flor de cerezo con hojas verdes, papá estaba triste, como si supiera que ese seria el ultimo día de sus suspiros.
Papá tenia treinta años, pero en sus rasgos, podían verse que se conservaba joven, parecía inmaduro, como un niño, como si tuviera mi edad, su espíritu libre, su alma humilde y algo egocéntrica, era joven, inmortal, sus palabras siempre estarán conmigo... lo prometí.
– jamás lo olvidare papá, mientras este viva, tus palabras y tus acciones vivirán conmigo...
Me palmeo la cabeza, me dio una sonrisa ladina, esa que yo podía imitar tan bien, y su pulgar en alto. Entonces se levanto, me cargo, porque, a pesar de estar sellado, seguía teniendo mucha fuerza, que había ganado en las fabricas de metal (metal, metal, metal, era una época donde el metal predominaba y las plantas casi no eran posibles ser encontradas, aunque ya en Acram, la cuna de la evolución biotecnológica, había mucha contaminación y cada vez menos arboles normales, de aquellos verdes que crecían muy lejos de Acram, cruzando el mar de ceniza hacia el trópico del Ecuador, en Rusnan) me llevo dentro de la casa a cuestas, el cielo se veían ennegrecido después de momentos llenos de luz parpadeante en el firmamento, si empezaba a llover a nadie le gustaría la lluvia ácida.
– tengo que irme, Flor de Cerezo – me guiño un ojo, sabia a lo que se refería, quería que lo cubriera con mamá – volveré antes de la cena – me susurro en el oído y yo reí.
– ¿se puede saber cual es el secreto que me guardan? – cuestiono mamá, acercándose, traía sus manos en la cadera, imitando la posición de una jarra, pero en su rostro, con una ceja levantada, había una sonrisa un tanto burlesca.
Mama tenia el cabello rojo y los iris verdes, un cambio que lamentaría con los años.
Yo negué con la cabeza, y parpadee mis pestañas angelicalmente, a mamá no le gustaba que yo usara con ella el mismo truco que me enseño.
– De hecho... – susurre, y mire a mi padre por el rabillo del ojo – quiero... enseñarte unos colores que  papá consiguió...
Y ya había caído, me quede por un momento, enseñándole los colores del arcoíris mientras ella recordaba el antiguo Arszafet, el antiguo Noiccurtsed Emall, aun cubierto por su domo ambientador que simulaba un mundo perfecto para los humanos, con un cielo azul artificial y miles de parques holográficos.


Solo treinta años, solo treinta años y lo mataron... tenia mucho por vivir.

Continuara...
Tarah Zeng.

sábado, 18 de junio de 2016

Nazha y la muñeca de Corsalto.

CAPITULO UNO.
De la princesa que no existía y de los rumores que rondaron durante años a su extraña persona.
A principios de año, en aquella época en que la primavera se adueñaba del mundo, los prados se llenaban de flores y los arboles dejaban crecer en sus ramas hojas tiernas y verdes, todos los reinos y todas las cortes que los conformaban, se reunían para brindar su apoyo en la corte de Vallenevado (o Valnevado, Valdenevado, Balnevado o incluso Vallhelado, según sea la traducción, un reino localizado en el centro de Rusia), el reino helado, aquel que era azotado y poseído por feroces inviernos año tras año. En aquel entonces, este reino era el más conocido de todos, tomando gran parte del terreno de Euroasia.
Hace mucho tiempo, lejano a esta época, entre los siglos XI y XIII, quizás mucho antes… existió una princesa conocida por su excentricidad. Nunca iba a las fiestas o reuniones de Vallenevado con sus padres, los reyes de Corsalto (un reino que pudo haber estado alrededor de Rusia, o en Polonia, Ucrania, e incluso hasta en Mongolia, no se sabe con exactitud su ubicación), nunca salía de su hogar que era el palacio, parecía como si no fuera más que una princesa inventada. Pero los pueblerinos de Corsalto recordaban a su padre, el Rey Julio, presentando a una preciosa bebé de tez blanca y cabellos oscuros, aparentemente sano, pero que a pesar de tener más de un mes de nacimiento, no había abierto los ojos aun al mundo.
Cabe destacar que en aquellas épocas, los bebes tardaban mucho en abrir los ojos, tardaban aún más en mencionar sus primeras palabras y dar sus primeros pasos, así como las niñas en llegar a la pubertad, a pesar de que se casaban a edad muy temprana, concebían hijos mucho después de casarse, cuando a los dieciséis años se hacían mujer por la visita de la flor roja. En ese caso, la princesa de Corsalto fue la bebé más retrasada que hubo, incluso rumores que dicen que tardo nueve meses y medio (rosando los diez) en el vientre de su madre y que se negaba a nacer.
El rey Julio decidió esperar a que la princesita abriera los ojos, pero paso el tiempo y ya se extendía los rumores de que su primer bebé había nacido muerto e incluso con deformaciones que lo volvían una bestia, así como lo que se decía de los hijos malnacidos de algunos reyes, protagonistas de otros cuentos del folklor tradicional. Mi bebita morirá, pensó la reina. El rey mando a llamar a las parteras y a todos sus curanderos y sabios que supieran decirle algo sobre el estado de salud de su primogénita, todos le respondieron lo mismo, la princesita está en perfecto estado, pero ninguno supo que responderle al hecho de que aún no había abierto los ojos. “Quizás sea ciega” murmuraban las criadas que alcanzaron a verla, pero ninguna se atrevió a decirlo frente a los reyes.
Una noche, mientras la reina preocupada no podía conciliar el sueño, se acercó a la cuna dorada donde dormía su bebe, lloraba mientras acariciaba su carita, aun con los ojos cerrados y los parpados desprovistos de pestañas, la niña tampoco lloraba de noche, la reina estaba preocupada, solo había tenido un bebé, con sus quince años tras una única menstruación, era la única hija que había tenido y no quería tener que pasar por algo similar con sus otros hijos. Entonces una luz azulada le llamo la atención, levanto la cabeza para encontrarse con una figura rodeada de luz y resplandores, que se asomaba como ella a la cuna, la reina la reconoció, era el hada madrina que la había ayudado a obtener su final feliz, que la había ayudado a casarse con Julio y ser reina.
– Tranquilizaos, majestad– le dijo el hada – la bebé abrirá los ojos en unos meses.
Acto seguido desapareció, llevándose consigo su deslumbrante fulgor, como si nunca hubiese estado allí. Hay rumores que se extienden acerca de esta misteriosa visita, dicen que las hadas no existen ni existieron y que todo fue inventado por la mente dolida y rota de la reina, ella estaba loca.
Al día siguiente, el rey se sorprendió del buen estado de humor de su esposa, mientras le cantaba una canción de cuna a su bebé, pensó que el dolor la había vuelto loca, y no que ya lo estaba, pero cuando ella le conto, omitiendo que se lo había dicho un hada, que el bebé abriría los ojos en algún tiempo. Julio decidió creer en ella y esa misma tarde, tomo a la bebé en brazos y la alzo ante su pueblo, para que conociera a la nueva integrante de la familia real, la princesa Nazha. Los pueblerinos coreaban su nombre con regocijo, la primera de la prole del soberano, aunque también la última.
Pero eso fue hace tantos años atrás que pensaban que algo malo le había sucedido a la princesa, que la había hechizado una bruja o había sido raptada por una hechicera, encerrada en una torre en el bosque o en un castillo rodeado de zarpas espinosas o en uno rodeado de lava custodiado por un dragón, algunos comentaban que la princesa se había escapado y había sido devorada por lobos, otros decían que había sido un ogro, algunos murmuraban que no había muerto, sino que vivía en una cabaña en el bosque hasta llegar a cumplir cierta edad en que puede llegar a reclamar el trono, algunos comentan que ya está casada y que vive en un lejano palacio con un rey, otras malas lenguas dicen que si se casó, pero con no alguien de la nobleza o de su clase, sino con un plebeyo, pero han sido tantos los años desde que no se ha vuelto a ver a la princesa que lo más creíble es que está muerta y que los reyes aun no lo han aceptado.
Ni siquiera llegaron a saber de qué color tenía los ojos, nunca se enteraron si llego a abrirlos o porque en un principio no podía hacerlo.
Tantos fueron los comentarios que recorrieron los reinos, que al final, el tema de la princesa de Corsalto quedo en el olvido, ya nadie hablaba de ella, nadie le preguntaba al rey por su estado o su salud, ningún príncipe pensó en cortejarla. Tantas fueron las versiones que pensaron que la princesa en realidad no existía.


Esta sería una versión contada por un juglar cuyo nombre no sería recordado, probablemente la versión más antigua contada a través de los años, este juglar famoso en aquel entonces, dícese que hablo frente a frente con personas que conocieron a Nazha, que la vieron crecer. Contaba una historia llamada “La princesa que no existía”, solo que en aquel entonces, le quito su nombre a la princesa y solo la llamaban así, de manera tal, que el cuento llego unos años después a los oídos de la princesa Nazha y ella nunca llego a saber que aquella extraña historia era basada en ella misma. Este juglar vivió trescientos años aproximadamente y siguió contando la historia de Nazha hasta mucho después de la muerte de la reina, hasta que llego a los oídos de un niño que mucho más tarde contaría la historia a sus hijos, a sus nietos y a sus bisnietos, pasándose de manera oral de generación en generación. Recopile este trozo de la historia de uno de esos descendientes de su linaje que perdura hasta hoy en día.

Continuara...
Tarah Zeng.

Dibuja una luna.

PREFACIO.
Estaba oculto detrás de los escombros de un auto destartalado y destrozado, que por el estado oxidado de sus piezas, se podía notar que llevaba un par de décadas en ese lugar, casi convirtiéndose en tierra: del polvo vienes y al polvo regresaras.
Era solo el armazón de un carro viejo, sin color alguno de lo que alguna vez fue, solo quedaba su esqueleto así como si la descomposición hubiese tomado un cuerpo humano, pudriendo sus carnes pero preservando sus marrones huesos. Se oculto detrás de él, como una vil rata que solo buscaba sobrevivir aunque no sabia bien a que objeto había pertenecido aquel esqueleto, con sus sucias ropas marrones se cubrió de pies a cabezas para camuflarse con los secos e infértiles suelos de aquellos parajes. El corazón le latía fuertemente, el olor a heces y algo lejano a la gasolina vieja se impregnaba en su piel y en sus ropas. Pero no podía hacer nada hasta que el disturbio pasaba, no podía hacer mientras ocurría, no podría hacer nada aunque terminara, ese mundo apestaba. No importaba en que lugar se encontrara, la inmundicia de la humanidad le seguía a donde fuera que se dirigiera.
El sonido se detuvo cuando el mundo se oscureció… no sabia que cosas eran esas, pero había tenido varios encuentros en que aquellos palos disparaban llamas y una parte de aquel fuego golpeaba a una persona para abrir un agujero en su cuerpo, quemando y cortando, dejando que la sangre no chamuscada escapara por el orificio, y en el peor de los casos, terminaban con la vida de la persona que lastimaba.
Fue un espectáculo de sonidos con cada llama que se escaba de la punta de aquellas varas, grandes y pequeñas, llevadas con ambas manos o con una. Eran armas viejas, antigüedades preservadas del viejo mundo, aquel que había desaparecido hacia unas décadas a causa del apocalipsis.
Pero cuando las tinieblas emergieron y engulleron al mundo, estos disparos se detuvieron, viendo que ya no había nada más con vida a la cual robársela. Ya no había ningún indigente al cual robarle nada.
El chico asustado espero unos segundo mas, quizás unos minutos que le parecieron eternos, para estar seguro que los hombres armados se habían alejado lo suficiente y que no lo matarían por creerlo una amenaza, por tener algo que les fuera de valor, o por el simple hecho de sentir el placer de matarlo. Se removió un poco de su lugar, en el cual durante horas había permanecido estático, para no llamar la atención de ningún bárbaro y no provocar ningún sonido, que cuando se movió, una pequeña capa de polvo y arena de los aires áridos que se había acumulado en su espalda se deslizara de su capa y callera en el suelo con un crujir de la arena seca, pero a demás de el sonido del polvo deslizándose por su ropa y flotando en el aire con sus partículas mas pequeñas, el sonido del crujir de sus huesos al realizar movimientos después de durar tanto tiempo sin mover ni un musculo, escucho atentamente, como mas sonidos surgían de la penumbra.
Quizá los hombres no se habían ido del todo.
Observo curioso, volviendo a su estado de gato en caza, sigiloso para no llamar la atención de su presa, pero no vio a ningún bárbaro rematando a su victima, ni saqueando los escombros de basura que seguramente para las personas de la antigüedad habían sido sumamente útiles. Lo que vio, lo dejo pasmado.
Era una personita diminuta, que corría hacia uno de los bultos a bio que había dejado la masacre.  No recordaba haber visto a nadie más pequeño que él, teniendo ya quince años era un hombre, era uno de los más jóvenes de su pueblo antes que… antes de que este hubiera sido destruido por las llamas a manos de los barbaros del desierto.
Por eso, esa figurita frágil y débil le llamo la atención de sobremanera, corriendo con sus cortas y regordetas piernas hacia a aquel bulto que había sido masacrado como mucho otros por los tiros de las armas desconocidas de los barbaros.
– ¡Padre! – Grito con voz aguda y chillona, sin detener su marcha, hasta caer sobre él – no mueras… – sollozo – no puedes morir y dejarme solo.
Un niño…
Era un niño que como él se quedaba solo en ese mundo, en un lugar donde el sol que salía ardía mil veces que una llama flameante en un noche gélida, en que conseguir agua y alimentos en esa tierra infértil era sumamente difícil, en un mundo en el que en cada esquina podría encontrarse con una bestia en putrefacción o una desgracia genética, que anhelaba comer carne y contaminar con enfermedades letales.
– Sagitario, no estarás solo por siempre – respondió el viejo moribundo – no me necesitaras por siempre… debes seguir… con vida.
– ¡No! Papá, papá – gimió el pequeño, golpeando su pecho y manchándose con la sangre – no puedes irte… no viviré mucho tiempo, yo solo no puedo – afirmo, tenia bien entendido que siendo tan pequeño y estando solo no podría durar demasiado en un mundo tan hostil como ese, lleno de peligros y de inseguridades.
El espectador expectante solo miraba, desde el lugar en que el había estado cuando comenzó todo el disturbio, vio al niño llorar sobre su padre, sintiendo en su pecho algo que le comprimía las entrañas.
Los sonidos calmos de las tardes agonizantes de aquellos paramos fueron rotos por los gemidos moribundos de las bestias que emergían desde el infierno de las penumbras, cuerpos fluorescentes en putrefacción que surgían de las sombras, sedientos de sangre y hambrientos, abriendo sus bocas para mostrar sus colmillos torcidos y cubiertos de babas sanguinolentas, monstruos con los que había lidiado durante los últimos diez años, pero que aquel pequeño aun no había logrado notar en el dolor de perder a su padre.
Y había muchos mas de donde había vendido aquel, con caras desfiguradas por la radiación, repletas de líquidos verdes que se le escapaban por los orificios naturales de un rostro, como las cuencas vacías sin ojos, la boca con diminutos colmillos torcidos, los orificios de las narinas sin alas ni puente… era criaturas horrorosas con mas de dos miembros. Parecían incluso gemelos siameses craneopagos y dicéfalos.
Pero el niño, nombrado Sagitario, no se había dado cuenta de la presencia de aquellos seres sin vida, pero que aun tenían la capacidad de mover la carne en putrefacción. El niño estaba encerrado en su dolor y en su desesperación, no se apartaría de su padre hasta que llegara el día siguiente o hasta que los buitres le permitieran seguir a su lado.
Al espectador no le gusto seguir siendo un espectador, estaba dispuesto a irse de allí antes de que eso se pusiera peor, así que recogió sus cosas y se envolvió en sus telas, para que el frio no lo consumiera, pero cuando iba a marcharse sin que los monstruos se dieran cuenta, se volteo para ver al pequeño, abrazado al cuerpo inerte de su padre. Los monstruos se acercaron a él, el pequeño toma una vara que parece inofensiva en comparación con las varas explosivas de los barbaros del desierto, para tratar de defenderse y de alejarlos de su padre.
– Papá aun no ha muerto – chillo – ¡marchaos! ¡No podrán tocar a mi padre!
Alzo la vara sobre su cabeza, a la defensiva por si alguna de esas cosas osaba a acercarse demasiado, pero una mano con mas fuerza que la suya le quita la vara y la arroja lejos de sus manos, sorprendido el niño se gira, para encontrarse con ojos tan verdes y vivos que le atemorizan mas que los orbes vacíos de aquellos mutantes.
– Esto es suicidio, niño – le reprocho, tomándolo fuertemente de la mano y jalándolo lejos del lugar en donde caído, reposaba el cuerpo de su padre, alejándolo de las bestias sedientas por carne fresca – ¿eres tonto, o que haces? ¡No puedes darte de valiente con esas cosas!
– pero… papá – el niño no pudo evitar mirar atrás siendo arrastrado por ese desconocido que le había salvado la vida. Opuso resistencia y trato de soltarse de su agarre – papá aun no ha muerto… no puedo dejarlo.
El desconocido le soltó la mano, mucho había hecho en alejarlo de una muerte segura, para que el malagradecido oponga resistencia a alejarse de ese lugar tan inhóspito, si quería morir, entonces lo dejaría morir allí.
– Has lo que te venga en gana – siguió su camino. El pequeño parpadeo a su espalda, mirando como se alejaba, pero no gastaría su tiempo en ver como se alejaba su salvador, el rescataría a su padre de aquellas bestias.
Corrió desesperado tomando una rama seca de un intento de árbol cercano.
El chico no pudo evitar mirar hacia atrás.
– Ese enano esta loco – siguió caminando, cerrando sus ojos en cuestión de orgullo – lo que hace es suicidio, intentar tanto en algo que fracasara.
Sin embargo, a pesar de que había decidió dejarlo hacer lo que quisiera, había algo en sagitario que le recordaba a él mismo, que le recordaba a las personas que le habían ayudado cuando él también había sido un niño. Sin darse cuenta se detuvo. Para escuchar la feroz batalla que estaba librando el niño con los mutantes.
Corrió hacia donde estaba hace unos momentos, sacando una espada vieja pero afilada, con la cual busco alejar a los mutantes, sin llegar a cortar sus carnes que son muy acidas y venenosas.
– ¡Pequeño escuincle! – Le grito al niño, quien estaba sorprendido porque el joven de cabellos azabaches se regresara a ayudarlo – ¡ten cuidado, su saliva es muy toxica, te matara si la tocas!
El niño esquivo a varios rasguños de las afiladas garras de las bestias, destrozando un palo en su lomo y haciéndolo caer estrepitosamente en el suelo, mientras que el chico mayor se encargaba de dejarlos fuera de combate con su espada. De esa manera logro bajar la cantidad de ellos, aunque eran criaturas muy tercas que no poseían consciencia y por cada baja que tenían, dos los sustituían.
– tenemos que irnos antes de lleguen mas – le grito al niño.
– pero papá…

– ¡tu padre esta muerto! – le grito, un grito que poseía una afirmación que había dejado perplejo al pequeño, pero que era muy real, era la primera vez que lo veía de esa manera, que su padre se había muerto y lo había dejado solo, era la primera vez que la realidad lo golpeo a la cara tan abruptamente como la misma muerte – ¡preocúpate por vivir tu! – pero su cabeza estaba tan lejos que no escucho esas palabras, ni las siguientes, ni las siguientes, porque en ese momento se estaba desvaneciendo totalmente de este mundo.
Continuara...
Tarah Zeng.

Selva y la leyenda del manantial.

PREFACIO.
LOS EXPLORADORES DEL AMAZONAS.
La mujer emergió de mananchua, aspirando profundamente el aire por primera vez… así surgió la leyenda.
Nadie sabía que se ocultaba en el bosque realmente, ni que podía esperarle a un osado aventurero si se adentraba mas allá de la primera hilera de arboles, si de un bosque encantado se tratase lleno de animales ancestrales y criaturas férricas que hicieran de él su hogar y no le recibieran de manera amena, sino como una amenaza que temían destruyera su hogar, ni que se pudieran encontrar cosas mas grandes a demás de hadas y duendes, monstruos temibles emergidos del infierno con una voracidad y una sed de sangre humana, o que se encontrara con algo mas temible, algo mas humano, lejos de aquellas historias fantasiosas de seres mágicos y a la vez demoniacos, encontrase indios armados con veneno de animales en sus armas, dispuestos a defender su tierra con un cementerio sagrado lleno de maldiciones… y esas eran solo algunas de las leyendas que se han creado a través de los siglos al dar un paso a la aventura internándose entre las frondosas ramas y los espesos matorrales, nadie tenía ni la más remota idea de cuan reales eran todas aquellas leyendas que surgían de la Selva Grande. Por eso, la valentía tocada e inspirada por la locura, incitaba a los más intrépidos para que enfrentaran a leyendas, esperaba poder comprobarlo, o desmentirlas o develarlas, aunque sus razones para estar en la selva estaban lejos de ese propósito.
Un joven de aspecto heroico, como muchos aquellos que adornan los cuentos y han quedado convertidos en piedra por maldiciones en algunas leyendas, como aquellos que perecieron en las fauces de un dragón, lideraba la caminata. Tenía el cabello corto de color marrón oscuro y piel bronceada que parecía cincelada con un pincel para remarcar sus rasgos, sus músculos y las facciones de su rostro, sus ojos eran dos pozos sin fondo que contenía agua clara, como lo era él. Era el muchacho de más gran tamaño de los dos.
De cerca lo seguía una chica de tez morena y cabellos oscuros, era sorprendentemente hermosa, como si los luceros del cielo se hubieran inmolado para darla a nacer, el brillo de sus ojos negros no eran comparable con la estrella polar, la mas brillante de todas. Tenia las uñas pintadas de carmín, y el pelo negro recogido en una coleta alta, adornada por una muñera de piedras que se encontraba de moda en aquel tiempo, su ropa seguía siendo muy colorida, a pesar de estar en la selva, ella no podía soportar estar desastrosa demasiado tiempo, por lo cual también llevaba un poco de maquillaje, rímel, labial y colorete, que la hacia parecer mas un muñeca que una simple chica de gran hermosura. Llevaba bajo su brazo un libro que relata leyendas del Amazonas, un extraño pasatiempo del que se avergonzaba, leer la hacia menos popular en su ámbito académico y laboral, las personas no llegaban a aceptar que una chica relacionada con las figuras publicas y la moda pudiera tener por pasatiempo los inusuales libros, era un prototipo de mujer que la sociedad vendía y que no podía ser mezclada con un ratón de biblioteca. Por eso mantenía escondidos sus libros, como un extraño habito, lo hacia incluso sin darse cuenta, como si temiera de que alguien se lo arrebatase y descubriera su secreto.
Los otros dos que conformaban el grupo no parecían ser demasiado especiales. El chico que era el mayor de los cuatro, tenía una apariencia similar al de la chica morena, como si un parentesco fuerte los uniera, por medio de un lazo familiar de fraternidad, su cabello y sus ojos eran igual de negros que los de su hermana, aunque su piel era mucho mas clara que la de ella, pasando a ser ni blanca ni morena, sino de un tono aceitunado. A diferencia de su compañero, tenia el cabello largo a la altura de los hombros, cortado a diferentes escalas, como si un torrente de brea se desbordara y cayera en diferentes direcciones. Tenía hombros anchos y brazos fuertes, aunque ni de asomo se asemejaba su compañero, que era mucho más similar a un luchador de lucha libre profesional. Muchas veces su hermana se burlaba de él, por parecerse mas a una chica por aquel rostro dulce, desprovisto de facciones duras que ella llamaba mas masculinas, pero no por eso él no tenia cualidades que llamaran la atención de las chicas, unas cejas gruesas y ojos oscuros, acompañados por esa nariz aguileña, era lo que mas le gustaba a su mejor amiga.
Ella por su parte, caminaba de última, retrasándose para tomar alguna foto de alguna plata o animal que se cruzase en su camino, y la mayor parte del trayecto, llevaba la cara enterrada en un libro que había tomado del hotel. No era especialmente bella, pero era rubia y su piel poseía una palidez exclusiva propia de un cadáver, ni sus ojos poseían un color oscuro, era de un color chocolate, mas parecido al oro viejo que a la miel pura, odiaba el color negro en la piel, suya y de las otras personas, y si hubiese tenido los ojos un poco mas oscuros, no dudo que ya se los hubiera arrancado. Observaba la espalda de su compañero, como si fuera algo inalcanzable, suspiraba y volvía a enterrar su cara en un libro.
– ¡Mía! ¡No te alejes demasiado! – grito la chica morena.
Mía era la gata que corría al frente, su padre le había regalado esa gata desde que la pequeña nació, y se encariño tanto con ella que no podía dejarla en ningún lado, aunque su hermano decía que era un fastidio, había insistido que tenía que quedarse con el hotel, pero frente a ella no había discusión.
Estaba siempre con esa gata de ojos verdes deslumbrantes, la cual era fiel a su ama, y siempre avanzaba delante de ellos como cuidando sus pasos, anticipando cualquier interferencia. Esa parte de la selva era virgen y por lo tanto, inexplorada se volvía cada vez más frondosa, con plantas más exóticas y animales cada vez más raros.
– Según tengo entendido – comenzó la dulce y melada voz de la rubia – las leyendas de las feroces mujeres guerreras están basadas en las indígenas que habitan por estos lugares… pero aún no hemos visto ninguna.
Comento aun sin apartar la vista de su libro de leyendas tradicionales.
– Pues espero que no pase mucho más tiempo para ver cuán feroces son esas mujeres – contesto el moreno que lideraba la expedición, de forma ruda y pervertida, en cuya mente se formó la imagen de mujeres con grandes cuerpos curvilíneos dándose un baño en las aguas termales que emergen desde el fondo de la tierra y forman aquellos posos de aguas calientes naturales, vistiéndose luego con solo unas cintas que le tapen poco de grandes pechos y largas piernas con carnosos muslos, pero recibiendo inmediatamente una bofetada de su novia, la cual provoco que la imagen desapareciera de su mente, y a quien ya le corría sudor por sus sienes.
– ¿Quieres dejar de ser tan pervertido, Pato? – lo fulmino con la mirada y el chico se encogió de ligeramente de hombros, resignado.
– No hemos venido buscando mujeres, pero – dijo nuevamente la rubia – déjalo que piense lo que quiere, Thalía. De todos modos la imaginación de un hombre es libre.
– ¡Lana! ¡No puedo creer que seas tan liberal! – Exclamo la chica de cabellos oscuros y ojos negros – ¿qué pensarías si te enteras de que mi hermano planeo este viaje solo para buscar a las mujeres salvajes?
– Yo no planee este viaje – se defendió el aludido – ¡fuiste tú!
Fue un día después del trabajo, los dos chicos regresaban después de una dura jornada en el zoológico, en donde Patricio Maldonado era un cuidador y su amigo Leandro Casanova era el veterinario de las bestias, comentaron casualmente sobre una expedición a la selva virgen del Amazonas, pero solo había sido una broma, cosa que Thalía se tomo muy enserio, sumando a su mejor amiga de la infancia, Lana Arias, quien era bióloga y trabaja en el jardín botánico, para que fuera a acompañarlos y buscar nuevas especies de plantas, lejos de la realidad y a sabiendas que de era muy poco probable cumplir lo que le prometía, Lana acepto. Aunque su hermano aun no sabia que clase de idea descabellada la había llevado a concluir su locura. A su hermana no le gustaban los animales, le gustaba solamente su gata, a ella no les gustaban las plantas ni los insectos, en cambio, aquel lugar era la raíz de las leyendas, lejos de la mitología, de Grecia y Roma, aquella selva era la cuna de muchas de las leyendas venezolanas. Y eso si era algo que le interesaba a su hermana.
Los ojos de Thalía echaban chipas, pero los de Lana estaban llenos de una calma que podría domar fieras o dormir a los bebés.
– él puede hacer lo que le venga en gana – respondió calmadamente, así como lo era su personalidad, serena y amena, lo miro de reojo, a aquel chico de cabellos negros largos recogidos en una coleta baja, con el pelo cayéndole sobre los ojos azules, se ruborizo en cuando miro sus músculos y su pecho, cerro sus ojos para no seguir mirándolo – sé que, después de todo Lean no se volvería loco por una chica salvaje.
En su mente ella se dijo “no me cambiaria a mí por una mujer así”
Siguieron su caminata, la floresta se volvía cada vez más extraña, con plantas llenas de coloridas flores que impregnaban el ambiente de un aroma putrefacto, plantas carnívoras que se volvían más grandes conforme avanzaban, casi como si pudiera llegar a comerse a un niño de cinco años entero. Lana, quien era encargada de plantas y especialista en especies ornamentales en el jardín botánico, tomaba muestras y fotos de esas especies para estudiarlas. Patricio y Thalía se encargaban de las fotografías a la fauna de los lugares, comparándola con especies ya descubiertas y algunas que ya, supuestamente, estaban extintas o en peligro de extinción. “Debes mirar esto, Mía” comentaba la chica a su gata, que se giraba pero no le prestaba la mayor atención. Lean, llevando un mapa que le servía de poco, se encargaba de seguir de cerca los pasos de la gata Mía, en ese momento ella era la guía y la diosa del lugar, parecía un felino salvaje en su hogar, le tomo miles de fotos a la gata en ecosistema salvaje y recogía gracias a ella diferentes especies de insectos. Parecía que la gata estaba tratando de ganarse su simpatía. Lean avanzaba con paso rápido, tanto que no tardo en ponerse a la cabeza del grupo y no le daba tiempo a sus compañeros de estudiar suficiente una especie o el área en que se encontraban, cuando ya se desplazaban hacia otra.
– Estás más emocionado que la gata – comento la rubia mientras le seguía.
La verdad, Lean estaba siguiendo a Mía, quien se había entretenido con miles de mariposas de brillantes colores verdes, si algo había aprendido de los animales salvajes, eran que algunos de ellos solían tener colores brillantes y llamativos para evitar que sus depredaros los comiera por error, ya que eran irremediablemente venenosos. No estaba preocupado por la gata, pero si quería estudiar esos insectos.
Y de esa manera paso casi todo el día, los biólogos, zoólogos y veterinarios, estudiaron, tomaron fotos y muestras de especies de insectos, pero a medida que pasaba el tiempo, la chica morena se irritaba más y más y de esta manera disminuía su entusiasmo, porque una vez mas se había decepcionado de no encontrar nada. ¿Y que esperaba? Que saliera de la nada una criatura mágica, una aparición o un demonio y se presentara delante de ella para pedirle una encomienda.
– ¡Leandro! – Grito Lana a sus espaldas – tenemos que acampar ya, la noche se aproxima…
Lean se detuvo y regreso, no sin antes llamar distraídamente a la gata un par de veces.
Mía tenía un espíritu aventurero. A pesar de ser una gata casera y haber nacido y crecido toda su vida como una mascota doméstica, ese ambiente salvaje la llamaba de vuelta, la reclamaba como una fiera surgida de sus entrañas que se había marchado hace mucho tiempo pero que ya era hora de volver. Era una gata muy hermosa, su pelaje era suave y su color negro brillante, como el de una pantera, su rosto remilgado era decorado por esas preciosas esmeraldas que tenía por ojos, tenía alrededor de su cuello un par de cascabeles que Lana había puesto antes de salir a la excursión y un medallón con forma de corazón que la hermana menor de Leandro le había regalado con el nombre de Mi Ángel en él. La gata había ensuciado sus patitas limpias sin garras en el barro, y había caído de pie en una charca que también había salpicado su cuerpo. La gata era igual de remilgada que su dueña, y comenzó a maullar llorando por estar sucia. Entones se dio cuenta de que ya no la seguían y regreso sobre sus pasos, maullando como una mujer adolorida.
– ¡Mí Ángel! ¡Mi Ángel! – Grito Thalía a la espesura – ¡Mi Ángel, regresa!
– Estate tranquila – dijo Lean – la gata tiene instinto, regresara por si sola.
Sin embargo, las palabras del chico no la calmaron, por alguna razón sintió que algo estaba mal, que tenía que ir a buscar a la gata.
– No hace falta que le des tanta importancia – Le comento Patricio – sabe cuidarse sola.
– Si vas a buscarla, iré contigo – Ana se puso de pie, de aquel tronco mohoso y lleno de musgo en el cual estaba sentada al lado del fuego – este no es como el vecindario.
– ¡no te lo perdonare si pierdes a Mía! – le grito a Lean antes de marcharse.
– ¿yo por qué? – dijo este con sorpresa – ¡yo le he dicho que teníamos que dejarla en el hotel!
Los gritos de su dueña eran algo que ella no podía confundirse tan fácilmente, los conocía, aquella voz suave que le hablaba desde que era una cachorrita, la conocía, y gritaba su nombre. La gata corrió por los suelos resbaladizos por el musgo y el lodo, enojada por estar tan sucia. Subió a lo alto de la copa de un árbol para poder visualizar mejor entre la penumbra de la tarde, con gran torpeza logro llegar a la copa, puesto que no tenía garras le era muy difícil, pero tenía que ver pues el crepúsculo ya comenzaba a oscurecer más la tarde, camino entre unas ramas, haciendo que aves coloridas de picos extraños salieron volando como una avalancha de alas, cuando escucho su nombre mencionado por esa voz. Los chicos se habían preocupado por sus amigas y habían acudido a ayudarlas siguiendo sus pasos, solo porque era peligroso estar en la selva amazónica solas a esa hora de la tarde, y ahora se habían sumado a la búsqueda de Mía, coreando con sus cuatro voces distintas su nombre, voces que llegaban a sus oídos aturdidos por los sonidos naturales de las aves, los insectos y el mismo del viento susurrando cuando pasaba entre cañas estrechas y ramas frondosas de los árboles, de las lianas desnudas y los pétalos débiles de las flores. La gata corrió por encima de las ramas, pero no noto que algunas estaban quebradas, por flechas y cortes de hachas fabricación de manos humanas, las cuales se terminaron de romper bajo su peso.
No habría problema, porque los gatos caen de pie, siempre caen de pie, no habría problemas si debajo de ella hubiera un suelo firme en el cual aterrizar con éxito, pero a los pies de la gata solo había agua, el peor enemigo de los gatos.
El agua de aquel enorme manantial la engullo por completo con un estruendoso chapoteo, pero Mía no volvió a salir.
– seguro que mañana la encontraremos – consoló Lana en cuanto comenzaban a volver al campamento, ya se había puesto muy oscuro y en un bosque desconocido, aun con las linternas que habían llevado, era muy fácil perderse, y si las leyendas eran verdaderas no les gustarían comprobarlas mientras cae el ocaso.

– No importa – respondió Lean mirando a la nada, para no tener que mirar el rostro fruncido de su terca hermana – es solo una gata.
Continuara...
Tarah Zeng.